La robótica acaba de alcanzar un nuevo hito. Un equipo de la Universidad de Pensilvania y la Universidad de Michigan dio a conocer los robots autónomos más pequeños jamás creados, con dimensiones de apenas unas centenas de micrómetros. Estos dispositivos, invisibles a simple vista, fueron anunciados en diciembre de 2025 y representan un avance histórico: por primera vez, se logró integrar sensores, procesadores y sistemas de movimiento en un cuerpo microscópico capaz de operar por meses sin asistencia externa.
El logro es significativo porque durante décadas la miniaturización de la electrónica avanzó rápidamente, pero la robótica se había quedado rezagada. La dificultad de generar movimiento independiente a escalas tan pequeñas había detenido el campo por más de 40 años. Con este desarrollo, los investigadores rompieron esa barrera y demostraron que es posible construir máquinas autónomas a nivel celular.
Robots más pequeños que una marca de huella digital
Los robots fueron fabricados utilizando técnicas de microelectrónica similares a las empleadas en la producción de chips. Cada unidad incorpora paneles solares microscópicos que capturan energía lumínica, un procesador ultracompacto y sensores de temperatura. Para moverse, no utilizan patas ni ruedas: generan un campo eléctrico que empuja iones en el agua, lo que a su vez desplaza moléculas y permite que el robot “nade” en su entorno.
Según las pruebas realizadas por el equipo de la Universidad de Pensilvania, este sistema de propulsión, sin partes móviles, los hace extremadamente duraderos y fáciles de manipular en laboratorio. Además, cada robot puede ser programado individualmente mediante pulsos de luz, lo que les otorga autonomía real y la capacidad de ejecutar instrucciones específicas.
En pruebas de laboratorio, los robots ya demostraron que pueden moverse en patrones complejos, trabajar en grupos coordinados como un banco de peces y detectar variaciones de temperatura con una precisión de hasta una décima de grado. Además, fueron capaces de reportar datos mediante movimientos codificados, similares a la “danza” de las abejas, lo que confirma su capacidad de comunicación.
Su autonomía se debe a que integran un procesador y memoria capaces de tomar decisiones simples sin intervención humana. Esto abre aplicaciones potenciales en medicina, como monitorear células individuales, y en manufactura, ayudando a construir dispositivos a escala microscópica.
Este avance marca apenas el inicio de una nueva era. Con un costo de producción que, según el equipo de científicos, puede ser inferior a un dólar por unidad, estos robots ofrecen una plataforma accesible para la ciencia y la ingeniería. Los investigadores ya anticipan versiones más rápidas, con sensores adicionales y capacidad para operar en ambientes más complejos.
La robótica microscópica podría transformar campos como la biomedicina, la nanotecnología y la fabricación avanzada. Lo que hoy parece experimental podría, en unos años, convertirse en herramientas cotidianas para diagnosticar enfermedades, reparar tejidos o ensamblar componentes invisibles. En palabras de los propios científicos, este es solo el primer capítulo de un futuro donde los robots más pequeños del mundo tendrán un impacto gigantesco.
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