Hablar de Hades II es, en apariencia, una tarea sencilla. Su nombre ya viene cargado de prestigio, de expectativas y de un legado difícil de igualar. Pero al mismo tiempo, hablar de el implica una gran responsabilidad: no basta con escribir para el fan veterano, ese que jugó decenas de horas en Hades I y que seguramente ya probó esta secuela desde que llegó en Early Access. Lo verdaderamente importante aquí es hablarle al jugador nuevo, al que ha escuchado menciones, ha leído titulares o ha visto imágenes, pero todavía no se ha dado cuenta de que está frente a uno de los mejores juegos de los últimos diez años.
Supergiant Games ya había firmado un clásico moderno con el primer Hades, y repetir ese nivel de excelencia parecía imposible. Sin embargo, con esta secuela no solo lograron expandir la fórmula, sino que la elevaron a un punto que lo consolida como uno de los mejores videojuegos independientes de todos los tiempos. Y no lo digo a la ligera: este 2025 probablemente quedará marcado como el año más importante en la historia de los indies. La razón es simple: en menos de un mes de diferencia llegaron de manera oficial Hollow Knight: Silksong y Hades II, los dos juegos independientes más esperados de la década.
La comparación es inevitable, pero también sana. Ambos títulos se convirtieron en faros que demostraron lo que los estudios independientes son capaces de lograr cuando tienen una visión clara y un dominio absoluto de sus mecánicas. En el caso de Hades II, esa visión se traduce en un roguelite que perfecciona lo ya visto, introduce nuevas ideas con naturalidad y se coloca en lo más alto del género.
Un punto de partida familiar pero fresco
La primera gran diferencia que notaremos respecto al original es la protagonista. Si en Hades I nos poníamos en la piel de Zagreus, hijo de Hades, ahora acompañamos a su hermana Melinoë. Ella tiene un objetivo igual de ambicioso: enfrentarse a Chronos, el Titán del Tiempo, para detener sus planes y proteger tanto el Inframundo como al Olimpo mismo.
El cambio de personaje no solo es narrativo, sino que marca el tono de la experiencia. Melinoë cuenta con habilidades propias, una personalidad distinta y un enfoque en la magia que transforma de raíz las partidas. Desde los primeros minutos aparece una nueva mecánica clave: la barra de magia, ausente en el primer juego. Este medidor nos permite lanzar hechizos y habilidades especiales que se suman al combate cuerpo a cuerpo tradicional. El resultado es un sistema más dinámico, en el que debemos equilibrar ataques rápidos, poderes mágicos y gestión de recursos.
La sensación general también cambia. Hades II se percibe como un juego más rápido, con más enemigos en pantalla desde el inicio y con escenarios un poco más abiertos. No obstante, conserva la esencia del original: cada habitación es breve, intensa y se resuelve con recompensas que obtenemos tras elegir puertas con símbolos distintos. Esa estructura es la columna vertebral del roguelite, y aquí se respeta con la misma precisión, solo que con un ritmo más frenético.
Su filosofía en su máxima expresión
Para quien no esté familiarizado, conviene recordarlo: Hades II es un roguelite. Eso significa que morir forma parte del diseño, no es un castigo sino un recurso narrativo y jugable. Cada run, cada intento, es una oportunidad para aprender algo nuevo, desbloquear mejoras, probar armas diferentes o simplemente perfeccionar nuestro estilo.
La curva de aprendizaje no es brutal, pero sí exige paciencia. Las primeras partidas pueden durar apenas diez minutos antes de que un jefe o un grupo de enemigos nos derrote sin piedad. Sin embargo, poco a poco descubrimos que la clave no está en obsesionarse con “ganar” en la primera oportunidad, sino en aceptar el ciclo: morir, renacer, mejorar y volver a intentarlo.
La magia del juego reside en que nunca sentimos que repetimos lo mismo. Cada run es diferente gracias a las bendiciones de los dioses, a las armas que seleccionamos y a los encuentros sorpresa. Puede que en una partida logremos avanzar media hora eliminando jefes y en la siguiente caigamos en diez minutos por falta de suerte con las mejoras. Ese factor azaroso, lejos de ser frustrante, se convierte en parte del encanto. Nos obliga a adaptarnos, a improvisar y a aprender a disfrutar tanto de la victoria como de la derrota.
Descubrir nuestro estilo como jugadores
Uno de los elementos más fascinantes de Hades II es cómo nos invita a descubrirnos a nosotros mismos. Al principio probaremos todas las armas disponibles: ataques rápidos, golpes pesados, opciones a distancia. Con el tiempo, notaremos que nuestro estilo personal empieza a destacar. Habrá quien encuentre comodidad en combos cortos y directos, y otros que prefieran la seguridad de mantener distancia con ataques mágicos.
Ese proceso de autoexploración es tan adictivo como la progresión en sí. No solo estamos desbloqueando habilidades, sino aprendiendo cómo reaccionamos ante la presión. El juego se convierte en un espejo de nuestra propia personalidad lúdica: ¿somos agresivos y frontales, o metódicos y pacientes?
La inclusión de la barra de magia amplifica esta sensación, porque ahora tenemos que decidir en qué momento arriesgar un hechizo poderoso o reservarlo para un jefe. Esa toma de decisiones constante nos mantiene alerta, y es lo que da al combate una profundidad sorprendente.
La narrativa en el ciclo de la muerte
Supergiant Games ya había demostrado con Hades I que se puede contar una historia sólida en un roguelite, pero en la secuela llevan esa idea más lejos. Aquí, morir no significa simplemente reiniciar: significa descubrir nuevas líneas de diálogo, escenas adicionales, giros argumentales e incluso encuentros inesperados.
Cada regreso al lobby central se siente como un pequeño descanso narrativo. Hablamos con personajes, desbloqueamos nuevas funciones y profundizamos en las relaciones. Melinoë tiene una voz distinta, con preocupaciones propias, y eso hace que el relato no sea una repetición del de Zagreus, sino un capítulo nuevo dentro de este universo mitológico reinterpretado.
Lo más brillante es que cada partida, por corta que sea, deja huella en la historia. El juego nunca se siente repetitivo porque incluso en runs fallidas hay algo que cambia: un enemigo sorpresa, una bendición que altera nuestra estrategia, un diálogo que da pistas sobre lo que viene. Es como leer un libro cuyas páginas se reacomodan cada vez que lo abrimos.
Sorprendente en Nintendo Switch 2
Un apartado que merece mención especial es el rendimiento en Nintendo Switch 2. La consola de Nintendo recibe aquí una de sus mejores demostraciones de poder técnico.
En modo portátil, el juego corre a Full HD y 60 cuadros por segundo de manera estable. Los controles con los Joy-Con 2 son precisos, cómodos y responden perfectamente a la velocidad frenética del combate. Es un título que se presta a sesiones cortas en cualquier lugar, y eso multiplica la adicción.
En modo TV, cuando la consola se conecta a un televisor compatible, la experiencia alcanza hasta 120 cuadros por segundo. La fluidez es tal que parece mentira estar jugando en un dispositivo portátil. Ver a Melinoë moverse con esa suavidad, lanzar hechizos y derrotar enemigos en un espectáculo visual, es un lujo que pocos indies han ofrecido en consolas.
La adaptación está tan bien lograda que cuesta trabajo soltarlo. La portabilidad hace que Hades II se convierta en ese juego que quieres llevar contigo a todas partes, mientras que el modo sobremesa lo transforma en un espectáculo audiovisual digno de una consola de nueva generación. Sin olvidar que también funciona muy bien en Nintendo Switch y la actualización a nueva generación es gratis.
La firma de Supergiant
Sería imposible hablar de Hades II sin detenerse en su apartado artístico. Supergiant Games mantiene su identidad visual con diseños de personajes carismáticos, escenarios coloridos y animaciones fluidas. Cada dios y cada bendición están acompañados de ilustraciones que parecen salidas de una obra de arte.
El “lobby” o área central es un lugar vivo, lleno de conversaciones, desbloqueos y detalles. No se siente solo como un menú disfrazado, sino como un espacio narrativo que complementa la experiencia.
El apartado sonoro merece aplausos aparte. La música acompaña la acción con temas que alternan entre lo épico y lo íntimo, mientras que las voces dan vida a cada personaje. Escuchar cómo reaccionan los dioses a nuestras decisiones o cómo un enemigo se burla de nuestras derrotas es parte esencial de la inmersión.
El punto de partida ideal
Una preocupación frecuente con las secuelas es si es necesario haber jugado el título anterior. En este caso, la respuesta es un rotundo no. Hades II está diseñado para ser la puerta de entrada perfecta a la saga.
El juego introduce sus mecánicas con claridad, no da por hecho que el jugador conoce el primero y permite disfrutar de la experiencia sin ningún conocimiento previo. De hecho, es muy probable que quienes descubran la saga con esta secuela terminen comprando el original, curiosos por ver cómo empezó todo.
Eso sí, también conviene decirlo: acostumbrarse a morir puede ser difícil al inicio. No todos los jugadores tienen el mismo nivel de paciencia o de resistencia para adaptarse al ciclo de prueba y error. Por eso, se agradece que Supergiant mantuviera una función muy especial que ya estaba en el primer juego: el Modo Dios.
Este modo es opcional y busca hacer más accesible la experiencia. Básicamente, otorga mayor resistencia al personaje y, mientras más veces muramos, más irá aumentando ese porcentaje de protección. La clave es que no convierte al juego en un paseo trivial, sino que simplemente da un empujón extra para quienes no tienen tanto tiempo, quienes prefieren enfocarse más en la trama o quienes simplemente quieren reducir un poco la frustración inicial. Además, puede desactivarse en cualquier momento, lo que lo convierte en una herramienta flexible y valiosa.
El diseño del Modo Dios responde a una filosofía clara: los videojuegos son para todos. Cada jugador tiene sus tiempos, prioridades y estilos, y ofrecer esta alternativa no le resta mérito al diseño del juego, sino que lo abre a un público más amplio sin sacrificar profundidad ni desafío.
La coronación de un género
Hades II no solo cumple con las expectativas, las supera. Es un roguelite que entiende a la perfección qué significa progresión, cómo mantener fresco el ciclo de la muerte y de qué manera la narrativa puede entrelazarse con la jugabilidad.
Supergiant Games no se conformó con repetir la fórmula. Introdujeron nuevas mecánicas como la barra de magia, expandieron la diversidad de enemigos y escenarios, mejoraron la rejugabilidad con rutas alternativas y aprovecharon el hardware moderno para ofrecer un rendimiento impecable.
El resultado es un título que se siente vivo, adictivo y profundo. Un juego que nos enseña paciencia, que nos invita a conocernos como jugadores y que nos recompensa con cada run, sin importar si fue una victoria gloriosa o una derrota aplastante.
En un año marcado por lanzamientos históricos en la escena indie, Hades II se erige como un coloso. Es, sin duda, uno de los mejores juegos de la última década y una obra que consolida al roguelite como un género capaz de ofrecer experiencias narrativas y jugables al nivel de cualquier producción multimillonaria.
Jugar Hades II es aceptar un viaje sin final claro, un ciclo interminable de pruebas, errores, descubrimientos y satisfacciones. Y, al igual que Melinoë en su lucha contra Chronos, nosotros también entendemos que el tiempo pasa distinto en este mundo. Un run más puede durar diez minutos o media hora, pero cuando miramos el reloj en la vida real, descubrimos que han pasado horas. Ese es el verdadero triunfo de Supergiant: hacernos perder la noción del tiempo en un viaje al inframundo que no queremos abandonar.
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