México se prepara para encender una bomba de tiempo en el negocio automotriz. El gobierno busca recaudar cerca de 70 mil millones de pesos con un arancel de hasta 50 por ciento a autos y otros productos de origen chino. La apuesta promete dinero fresco para las arcas públicas, aunque también abre la puerta a una batalla con fabricantes y socios comerciales.
Legisladores de Morena planean debatir esta semana una ley que elevaría de forma drástica los impuestos a importaciones de automóviles, textiles, ropa, plásticos, acero y más mercancías provenientes de China y de varios países asiáticos sin tratado comercial con México. La lista incluye a India, Corea del Sur, Tailandia e Indonesia, es decir, proveedores clave de autopartes y maquinaria.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, presentó la medida como una defensa de la planta productiva nacional. Por su parte, la Secretaría de Economía puso esta ruta sobre la mesa desde septiembre, aunque la propuesta no consiguió respaldo pleno en el congreso pese a la mayoría de Morena. El discurso oficial sostiene que el país sufrió distorsiones comerciales, prácticas desleales y una dependencia cada vez mayor de insumos importados desde China. En apariencia, el objetivo pasa por proteger empleo, fortalecer fábricas locales y cerrar un déficit comercial.
El mensaje político llega con prisa. Fuentes citadas por Reuters describen reuniones privadas en Palacio Nacional donde la presidenta habría pedido a legisladores de Morena aprobar la iniciativa antes de que termine el periodo ordinario de sesiones el 15 de diciembre. Dentro del gobierno se percibe un clima de urgencia para cerrar el tema este mismo año y llegar con la casa ordenada a la revisión del T-MEC en 2026.
Fábrica de autos BYD en China.
En el otro lado del tablero aparece la industria. Cámaras empresariales mexicanas y compañías chinas alertan sobre un aumento fuerte en costos de producción por la dependencia de tecnología, componentes electrónicos, materias primas e infraestructura logística de origen asiático. El sector electrónico y el automotriz encabezan la lista roja por su integración profunda con proveedores chinos.
La industria de ensamble de vehículos en México, entre las mayores del mundo, teme un efecto dominó en las cadenas de suministro que hoy ya operan bajo tensión. Directivos señalan el riesgo de perder acceso a piezas estratégicas como pantallas táctiles de tableros digitales y módulos electrónicos que hoy no se fabrican en territorio nacional. Una ola arancelaria de ese tamaño podría congelar inversiones, retrasar lanzamientos y comprometer exportaciones.
Fábrica de motores de Volkswagen en México.
México podría perdonarle a China aranceles en productos sensibles
Esta historia también podría tomar un rumbo inesperado. Fuentes consultadas por Reuters hablan de posibles ajustes a la lista de más de 1,400 fracciones arancelarias. El gobierno abriría la puerta a incrementos menores de impuestos para autopartes y acero o incluso la salida de productos sensibles del documento final, después de semanas de presión directa por parte de la iniciativa privada.
El contexto externo añade más tensión. Este año México ya elevó impuestos a varios productos chinos como gesto hacia Washington. Estados Unidos presiona a México y Canadá para evitar que se conviertan en plataforma de exportación para China, Vietnam, Indonesia y otros países asiáticos. Washington observa con lupa cada combinación de capital chino y sello “hecho en México” que cruce la frontera norte.
Autos procedentes de China de Grupo Geely.
Expertos de la Asociación Nacional de la Industria de Autopartes y de la Cámara de Comercio y Tecnología México China hablan de un posible impacto brutal si el plan se aplica sin matices. El estado obtendría 70 mil millones de pesos extra, pero a cambio correría el riesgo de bloquear el acceso a tecnologías clave que mantienen competitivas a plantas mexicanas.
En medio quedan socios en ascenso como India, proveedor de farmacéuticos, textiles, químicos y autopartes para México, que también entrarían en el paquete arancelario. La discusión ya no gira solo en torno a autos chinos baratos, sino al futuro completo de la cadena automotriz y electrónica de la segunda economía más grande de Latinoamérica.
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