Velocidades de transferencia sin igual y latencia minimizada, debe tener algún costo para la salud. Esa creencia de grupos que se han manifestado violentamente en Europa con la destrucción de antenas para 5G desafortunadamente está encontrando eco en todo el mundo, y ocupa cada vez más espacios de opinión en medios internacionales.
Salgamos de dudas de una vez: no hay evidencia sólida alguna que suponga que el COVID-19 puede transmitirse vía 5G. No solo no hay estudios que con rigor metodológico hayan evaluado la cuestión, sino que con anterioridad, a través de los años, tampoco hemos encontrado evidencia contundente sobre otra de las constantes atribuciones a las redes móviles: el cáncer.
Lo que sabemos (con ayuda de ciencia)
Pero el miedo resurge, una vez más. Uno de los primeros reportes fue cuando el medio británico Daily Star, dijo que una nueva "teoría de la conspiración" vinculaba al 5G con las velocidades de contagio. Incluso, un "activista" le dijo al medio "no podemos decir que el 5G haya causado el coronavirus, pero podría estar exacerbándolo".
Los argumentos en el texto de Daily Star son básicamente dos: que la radiación electromagnética suprime el sistema inmune, y que las bacterias pueden comunicarse a través de ondas electromagnéticas. Como explica Full Fact, el segundo argumento se basa en un antiguo ensayo de hace casi diez años, que sugiere que bacterias emiten frecuencias magnéticas entre ellas.
El ensayo no solo no consiguió respaldo de la comunidad científica, sino que en realidad nunca hace referencia a virus, mucho menos al subgrupo de los coronavirus.
El primer argumento, el que establece que las frecuencias de redes móviles tienen impacto en el funcionar del cuerpo humano, es uno viejo pero bien conocido que no poco tiene que ver con la debacle de si las redes puedes incluso generar tumores, especialmente en cerebro.
Lo que fácilmente suena a sinopsis de un artículo sensacionalista, en realidad ha sido objeto central de decenas de investigaciones desde hace más de una década. De hecho, en 2011, a Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la OMS (IARC, por sus siglas en internet) tomó la decisión de incluir a las redes en el grupo 2B, la lista en donde están agentes que se reconocen como 'posiblemente carcinógenos'.
El grupo en el que también están el café y el aloe vera, es uno que reconoce la existencia de estudios que sugieren la posibilidad de relación entre cáncer y los agentes, sin que haya información suficiente para considerar como probable el vínculo. Al grupo 2b le sigue el grupo 2a en donde sí se enlistan agentes "probablemente carcinógenos".
A pesar de lustros de investigación, la comunidad científica sigue sin encontrar relaciones contundentes entre campos electromagnéticos de los smartphones y cáncer. A pesar de ello, grupos en todo el mundo se dicen convencidos de que antenas producen cáncer en comunidades enteras (una comunidad en Yucatán sirve como ejemplo), en donde a pesar del alcance mediático, sigue sin encontrarse evidencia contundente.
Los dos tipos de radiación
Hasta donde conocemos, la radiación electromagnética en telecomunicaciones no puede interferir con la salud puesto que se trata de radiación no ionizante. Existe la radiación ionizante que puede interponerse en los enlaces naturales de las moléculas en el cuerpo. Se trata de longitudes de onda menores propias de los rayos x, los rayos gama y los rayos cósmicos.
Pero cuando hablamos de radiación no ionizante toca hablar de microondas, ondas de radio, y hasta el espectro visible de la luz. No olvidemos que lo que percibimos como color, en realidad se trata de radiación electromagnética.
No es que la radiación ionizante no tenga en lo absoluto efectos en el cuerpo. La propia OMS reconoce que las frecuencias de los smartphones pueden producir una alza de temperatura en cerebro o cualquier otra parte del cuerpo, pues este absorbe energía de la frecuencia.
En suma, si la radiación ionizante tuviera efectos en la salud (como deprimir el sistema inmune), lo haría de formas que aún son desconocidas por la humanidad, y sería un descubrimiento que rompería todo paradigma sobre cómo nos relacionamos con todo tipo de frecuencias, incluso las que se manifiestan en color.
La falta de evidencia científica que relacione problemas de salud con el 5G han hecho que plataformas como Facebook y YouTube estén tomando cartas en el asunto para asumirse como actores proactivos al momento de eliminar contenido que difunda o promueva que el 5G en efecto constribuya a la dispersión del COVID-19.
Hemos comenzado a reducir recomendaciones de contenido dudoso, como las teorías de conspiración relacionados con 5G y coronavirus, que podrían desinformar a los usuarios de manera dañina.
YouTube
Como toda pseudociencia, los argumentos del movimiento que garantiza que el 5G se relaciona con el COVID-19 pretende tener raíces en la ciencia formal, pero carece de una investigación con rigor metodológico. Su popularidad se basa en su facilidad de dispersión, pues se trata de creencias que dan certidumbre en tiempos que no lo son, y llenan vacíos que la ciencia no completa aún.
"La pseudociencia colma necesidades emocionales poderosas que la ciencia suele dejar insatisfechas" decía Carl Sagan.
Con un 5G que se vislumbra en el horizonte en México (aunque es uno lejano), no está de más recordarlo.
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