El turismo masivo en Japón ha puesto a tambalear la vida de los habitantes locales. Sí, tal vez la cultura y los paisajes tanto citadinos como naturales resultan bastante atractivos para conocer las tierras niponas. Sin embargo, los chinos parecen tener una afección en particular por visitar este país: no regresar a su nación de origen.
Tal como arrojan desde Nikkei Asia, Japón es el destino turístico predilecto para la población de China. Este 2025 se debió a un conjunto de factores que como la coincidencia del Año Nuevo Lunar y las vacaciones de ocho días, además de la clara cercanía geográfica. Aún así, sobresale otro aspecto: la flexibilidad en el otorgamiento de visas.
¿Y esto con qué se come? Resulta que, a pesar de las tensiones geopolíticas, Japón anunció la implementación de un nuevo tipo de visado dirigido exclusivamente a chinos con alto poder adquisitivo y un patrimonio significativo. El objetivo de ello, en pocas palabras, es aprovechar la alta afluencia a favor de la tierra del sol naciente: el consumo local.
Algunas de las nuevas características de las visas para turistas chinos incluyen que aquellos que viajen en grupo su estadía se extienda hasta un mes; se elimina el requisito de constancia de empleo para mayores de 65 años; abolición de la regla de usar el visado en los primeros tres meses de otorgado. De fondo, una condición cada vez más en boga: visitar destinos rurales.
Pero como mencionamos al principio, esta llegada masiva de chinos resulta en un arma de doble filo. Más allá de llegar, conocer y regresar tras unos días de viaje, estas visitas no son meramente temporales. En medio de un futuro económico incierto en China, un número creciente de su población ya tiene un plan B: mudarse a Japón.

Aunque no es tan fácil como se ve. Para empezar, históricamente Japón ha sostenido políticas migratorias estrictas. A ello se le deben sumar las complicaciones tanto para los recién llegados como para la misma sociedad nipona. Lo que pinta como un éxodo, se debe también a las expectativas en la calidad de vida, además de envalentonar a los chinos: tienen la oportunidad de criticar a su gobierno.
A la par, jóvenes chinos ven las universidades de arte japonesas como una oportunidad para establecerse. Bajo la esperanza de obtener la residencia permanente una vez graduados, buscan ingresar a estas instituciones. Sin embargo, debido a las exigencias de alto rendimiento académico y destacadas habilidades artísticas, esta opción se limita a un grupo selecto.
En medio de todo el panorama, el caso más destacado es el de Osaka. En los últimos diez años, el número de chinos que viven en la localidad ha aumentado significativamente. Incluso, cifras apuntan a 50,000 residentes en 2024. Ahora no solo viven ahí, han hecho suyas las comunidades al establecer negocios, llenar edificios con decoración tradicional, hasta escuelas exclusivas para chinos.

Lo curioso del caso es que, desde la pandemia, muchos chinos han adquirido propiedades en Osaka. Otro punto que cabe destacar es la diferencia generacional de los migrantes chinos. En comparación de aquellos que de primera mano buscaron ingresar a una universidad japonesa, subsecuentemente al mercado laboral y asentarse, ahora se mudan directamente. Sin ni siquiera saber hablar japonés.
Podemos resumir todo esto en un escenario complejo. Mientras Japón busca capitalizar el turismo masivo, los chinos ven esta oportunidad para residir en el país. Es muy pronto para asumir qué consecuencias tanto políticas, sociales, económicas y culturales habrá. Pero si algo podemos decir es que la dinámica entre los países no será la misma.
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